
Fuente: CCMA 324.cat / Josep Maria Camps Collet
Es un trastorno poco conocido que hace apenas 20 años que se está estudiando y que puede afectar de forma muy grave a la vida cotidiana de quienes lo sufren
El pasado verano Marc, de 39 años, entró en un bar para merendar, y en la mesa de al lado había una persona que estaba comiendo de una manera que le pareció muy irritante.
Aquello le molestó mucho y, sin apenas darse cuenta, se dirigió a aquella persona para conseguir que parara de hacer ese ruido:
“Me puse muy nervioso y le pedí de mala manera que no hiciera tanto ruido, fue un acto no racional.”
Esa reacción descontrolada le preocupó, y decidió investigar si había alguna explicación médica, y lo encontró en un artículo en internet: ahora está convencido de que tiene misofonía .
Es un trastorno que se describió por primera vez en 2001, y consiste en la intolerancia a sonidos como el masticar o tragar comida, pero también a otros ruidos, sobre todo repetitivos .
Sonidos de poco volumen que no molestan a los demás
De hecho, “misofonía” significa “odio al sonido”, y los más habituales son los que se hacen con la boca y con la nariz, aunque se han descrito decenas de diferentes que pueden afectar a estas personas.
Según la psicóloga y doctora en Psiquiatría Antonia Ferrer-Torres, son sonidos de poco volumen, equivalentes a los que existen en las bibliotecas, que habitualmente no molestan a nadie, pero sí a las personas diagnosticadas con misofonía:
“La respuesta que tienen es tanto física como conductual y emocional; comienzan a irritarse, se les tensan los músculos, se ponen de mal humor y, posiblemente, le piden a la persona que pare, porque no lo soportan.”
Por eso este trastorno también ha recibido el nombre de “síndrome de sensibilidad selectiva al sonido“, y que se resume con las siglas 4S.
Reacciones agresivas contra personas y objetos
Ferrer-Torres lleva 11 años especializada en tratar la misofonía, y por su consulta han pasado cientos de pacientes , con algunos casos que llegan a la agresión física .
Estas agresiones pueden dirigirse contra las personas que hacen los ruidos, pero también a los objetos de alrededor, como el caso de una paciente que destrozó su casa. “Su madre me enseñó fotografías de cómo había quedado la casa: las puertas con puñetazos, también en las paredes, cosas rotas por el suelo, todo destrozado como si hubiera pasado un huracán”, explica Ferrer-Torres.
El psicólogo Jordi Sugranyes relata un caso que ha tratado en su consulta: un paciente de larga evolución a quien molestaban mucho los ruidos de gente masticando y tragando, y también algunos movimientos rítmicos :
“Llevaba muchos años con ese malestar, tenía reacciones muy desproporcionadas, con mucha rabia, con reacciones emocionales muy fuertes, con ira y agresividad.”
“Empiezas a sentirte enojado e incómodo”
Este trastorno hace que muchas de las personas que lo sufren eviten las situaciones en las que saben que van a sentirse mal.
Es lo que le ocurría a uno de los pacientes de la doctora Ferrer-Torres, Adrià , que explica que le costaba añadirse a encuentros familiares o con amigos. “Imagínate que estás en una cena con amigos, que se supone que es un ambiente agradable y cómodo, y tú empiezas a sentirte enojado e incómodo”, dice.
Adrià añade que nunca ha llegado a reaccionar de forma violenta, pero sí se ha sentido muy alterado y que no ha podido explicar qué le pasaba.
Una estrategia que adoptan muchos misofónicos, explica Ferrer-Torres, es llevar cascos para rebajar la presencia de los ruidos que les afectan, lo que también hace el ruido ambiental o blanco .
Ponerle nombre ya tiene consecuencias positivas
Hace pocos años que se investiga este trastorno, y ni su descripción ni los tratamientos posibles están incluidos en los principales manuales de referencia para psicólogos y psiquiatras.
Pero en lo que coinciden tanto profesionales como pacientes es que sólo ponerle nombre rebaja mucho el malestar que provoca y facilita encontrar estrategias para mitigarlo mucho en el futuro.
Porque según explica Ferrer-Torres, en ausencia de un diagnóstico, es habitual que en torno a estas personas se generen problemas de relación . “Hay muchas personas que sufren misofonía que son tratadas injustamente, incluso por profesionales, y se las tilda de obsesivas, ansiosas o maniáticas”, asegura.
En este sentido, Adrià asegura que para él ser diagnosticado de misofonía ha sido como una liberación :
“Cuando te está pasando algo y no sabes qué es, se genera mucha angustia, se pierde el control, y cuando le pones nombre tienes la forma de controlarlo. Ahora tengo muchos recursos en mi día a día, no por deshacerme de ellos pero sí para evitar que ocupe la totalidad del pensamiento.”
Según Ferrer-Torres, el diagnóstico de misofonía y la formación que hace inmediatamente después alivia mucho a los pacientes, porque “tienen una percepción mucho más correcta de su estado de ánimo y del problema”. Sin embargo, su entorno suele reaccionar negativamente al principio.
El motivo es que deben pasar de una situación incómoda pero conocida, en la que el paciente está etiquetado como irascible , irritable , incluso soberbio, a tener que considerarlo un enfermo.
Sufrir misofonía desde niño sin saberlo
Ferrer-Torres explica otro caso que le ha llegado a su consulta: el de un niño de 8 años que desde que tenía 4 estuvo castigado a la hora de comer porque no soportaba los ruidos que hacían los padres al comer.
En la misma línea, Adrià explica que, después del diagnóstico, ha entendido que sufre misofonía desde que era niño :
“En la escuela el susurro de los compañeros, el ruido de los bolígrafos, clic-clic-clic, el yeso escribiendo en la pizarra, todo esto me afectaba la atención, no me permitía concentrarme, hacía que me pusiera nervioso. ”
Marc coincide con Adrià en que nunca había sido consciente de ello, pero que ahora recuerda muchos momentos en los que ruidos cotidianos le hacían oír mal. “Creo que me ha pasado siempre –dice–, no puedo tener un reloj de agujas o un despertador, aunque lo esconda en el cajón más remoto de la casa oigo el ruido, es surrealista, cualquier ruido repetitivo me genera ansiedad.”
Los estudios realizados sobre la misofonía
Sugranyes y las también psicólogas Anna Amor y Cristina Bellavista han hecho una revisión de los estudios publicados en los últimos 6 años sobre misofonía en el mundo con el objetivo de tener un panorama actualizado .
Amor afirma que lo que han encontrado en estos estudios son casos de todo tipo y también diferentes teorías de cuáles pueden ser las causas :
“Hay casos descritos en la infancia; otros que, por procesos de aprendizaje, acondicionamiento y asociación, se desarrollan a lo largo de la vida adulta. No se ha descrito hasta ahora como trastorno neurológico durante el crecimiento.”
Bellavista remarca que, pese a que no se conocen las causas de la misofonía, sí existen factores que pueden desencadenarla, como “la falta de regulación emocional”. “Cómo reacciono frente a un estímulo concreto o las dificultades para gestionarlo también puede ser un factor de riesgo para desarrollarlo”, asegura.
Sugranyes, por su parte, destaca que a menudo la desarrollan personas con personalidades rígidas y muy exigentes con las formalidades:
“Normalmente se ha visto que existen ciertos factores de personalidad que pueden estar especialmente vinculados con la misofonía, como pueden ser rasgos perfeccionistas, personas con valores muy acusados que les genera malestar que los demás no los compartan.”
Los tres explican que la mayoría de los cuarenta estudios que han revisado afirman que las personas con misofonía a menudo tienen otros trastornos, sobre todo depresión , ansiedad o estrés postraumático .
El debate sobre las causas y los tratamientos
Sin embargo, no está claro si estos otros trastornos están causados por el malestar que les comporta la misofonía o la relación es la inversa, aunque hay casos de traumas desencadenados por episodios de agresividad.
Sugranyes, Amor y Bellavista también afirman que han encontrado tratamientos exitosos con terapias como la cognitivoconductual , la dialectoconductual y también la estimulación bilateral.
Ferrer-Torres, en cambio, cree que las terapias conductuales pueden ser contraproducentes porque está convencida de que la misofonía no es un rasgo de personalidad , sino un trastorno de percepción neuropsicofisiológica :
“Es un error grave, porque lo que estamos haciendo es retraumatizar a la persona, porque no es una conducta aprendida.”
En este sentido, afirma que, si el diagnóstico lo recomienda, existen terapias conductuales que pueden ser beneficiosas , pero si no es el caso, entonces empeoran la situación.
4 tipos de sonidos y 4 grados de misofonía
La doctora Ferrer-Torres ha dedicado su tesis doctoral a la misofonía, en la que ha incluido una lista de 379 sonidos diferentes que la provocan, referidos por sus cientos de pacientes.
Prácticamente todos los pacientes, sin embargo, comparten la aversión a los más comunes de estos sonidos, que Ferrer-Torres agrupa en 4 categorías: nasales, guturales, bucales y los que llama ambientales o ” de oficina “.
Esta categoría incluye, por ejemplo, el tic-tac de los relojes, el goteo de un grifo mal cerrado o el teclear de un ordenador, y según Ferrer-Torres, cada persona tiene una lista propia de sonidos que le molestan:
“Una característica de la misofonía es que los sonidos son exclusivos de la persona. No sería raro que una persona con misofonía le molestara algo que no está entre los 379 sonidos.”
En la tesis doctoral, esta especialista propone una tipología de 4 grados de misofonía, de menor a mayor gravedad, y calcula que más de un 20% de la población general la padece, la mayoría en los grados más leves.
El nombre lo puso un poeta
La misofonía la describieron por primera vez los otorrinolaringólogos estadounidenses Margaret y Pawel Jastreboff, y le pusieron ese nombre por consejo del latinista y poeta británico Guy Lee .
Lo hicieron en un artículo publicado en 2001 tras identificar a una serie de pacientes que no encajaban en los trastornos auditivos conocidos hasta entonces, como la hiperacusia o sensibilidad extrema al ruido en general.
Desde entonces, poco a poco, especialistas como Ferrer-Torres han ido ampliando el conocimiento sobre este trastorno, un conocimiento que puede ayudar a las personas que lo tienen a mejorar su día a día.